09 febrero 2013

524. Cinco años

Hoy ya hace cinco años de ese giro de 180 grados que volvió a dar mi vida. No puedo evitar sentirme nostálgica, melancólica, al recordar aquellos momentos. Fue una decisión tan importante en mi vida como necesaria. Una lección de madurez importante, de ese atrevimiento que ahora vuelvo a echar en falta.

El otro día recordaba con I. aquellos correos electrónicos en los que me debatía entre el si y el no, entre echarme la manta a la cabeza o conformarme con una falsa estabilidad que en realidad ya no me hacía feliz.

Decidí lo primero. Afortunadamente. Hoy, cinco años después, el balance no puede ser más positivo y ello a pesar de los altos y bajos, de las incertidumbres actuales. Hoy, y de momento, sé que mi vida está aquí, con mi gente, con mis amigos, con eso que algunos llaman amor que he descubierto, aunque mis padres aún no hayan entendido que por el sur ya no pintan mucho y se aferren a una esperanza que nadie sabe cómo diluir.

Echo de menos el Sur, por supuesto, pero ya no como antes, ya no tengo esa necesidad vital de saber qué pasa por allí, aunque me es inevitable echar un vistazo diario a la prensa onubense para descubrir su acontecer, aunque necesite respirar ese aire puro de mi aldea adoptiva cada cierto tiempo.

No me imagino de nuevo allí, aunque ya se sabe eso de que los caminos del Señor son inexcrutables. La vida va pasando y trae consigo muchos cambios pero yo, pese a todo, empiezo a encontrar mi lugar en el mundo.

Cinco años han pasado y para algunas cosas parecen una eternidad. Apenas recuerdo cómo era mi vida allá abajo, cómo era mi día a día. Lo de la gente es otra cosa, el roce empieza a evaporarse pero siempre queda ese cariño, ese reducido círculo de personas a las que sabes que cuando vuelvas a ver es como si nada hubiera cambiado. Lo mismo me pasa con mi gente, reducida, íntima y personal, de aquí.

Hoy necesito Norte, después ya vislumbraré el Sur.