28 agosto 2011

476. San Tiburcio

SI la fiesta no existe, pues te la inventas y si la imaginación no es lo tuyo pues buceas en la historia para recuperar algún evento destacado que con el paso de los años quedara en el olvido. Cualquier excusa es perfecta si de lo que se trata es de celebrar, de reunir a los vecinos en torno a, en este caso, una marmita. Algo así debió pensar la asociación Astillero por la Cultura cuando hace unos años –alrededor de una década si mi memoria no me traiciona y mis datos son correctos– decidió reactivar el calendario festivo de El Astillero con la celebración de una fiesta a finales de agosto o principios de septiembre.
Nacía así, o más bien renacía, San Tiburcio, que lejos de quitar protagonismo a los santos patrones: San José, Nuestra Señora, San Pedro o la Virgen del Pilar –las fiestas ‘grandes’ del municipio, Boo y Guarnizo inclusive– llegaba de improviso, sin que ningún vecino supiera muy bien a cuento de qué venía la celebración.
Sin embargo, el evento tenía un pasado. Dicen que Tiburcio fue un panadero de Astillero de hace ‘x’ años y que el día de su onomástica –según Google el 11 de agosto– contrataba a una orquesta y repartía chocolate entre todos sus vecinos para celebrarlo. De ahí se improvisó una fiesta y con el pasar de los años se ha convertido en un evento popular que recibe la respuesta de un amplio sector de la ciudadanía astillerense e incluso de gentes venidas de otros municipios, capital inclusive. Si me apuran, ya le gustaría en muchos casos a las fiestas de San José o a las de Nuestra Señora reunir en un espacio tan pequeño, la plaza del mercado, a tanta gente durante toda una jornada.
El programa de actividades va aumentando con el tiempo pero básicamente tiene su peso en dos específicas: la regata de trainerillas para aficionados que se celebra el sábado –de ahí el vaivén de las fechas, hay que tomar en cuenta las mareas– y el concurso de marmitas que tiene lugar el domingo.
En estos tiempos de crisis muchos ayuntamientos ya quisieran poder montar una celebración sustentada sobre estas dos actividades de mínimo presupuesto. El Astillero es un ejemplo claro de que no es necesario cantidades desmedidas ni grandes fastos para contentar a una ciudadanía que ha demostrado que solo tiene ganas de pasarlo bien rodeado de sus vecinos. Más bien se necesita imaginación y buenas propuestas para que con el boca a boca sea suficiente para aumentar cada año la participación. San Tiburcio es un ejemplo de festejo divertido y económico en tiempos de crisis. Que nuestros gobernantes tomen nota.
Y poco más. Invitados están este fin de semana a Astillero a festejar San Tiburcio.

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