29 agosto 2011

477. Algarve (Portugal). Primera parte

Pasar en poco más de una hora y cuarto de 24 grados a 45 no se puede explicar con palabras. Menos cuando el verano norteño ha sido prácticamente inexistente, cuando has tenido que mendigar rayos de sol y apurar cada instante en que Lorenzo se dignaba a salir.

Llegar a Sevilla, bajar del avión y sentir ese calorcito, en algunos momentos irrespirable, es sentir el verano en toda su plenitud. Yo tenía ganas de calor y aunque reconozco que entiendo a R., que casi se desmaya de la impresión (mi vena andaluza exagerada acaba de salir), yo estaba en mi salsa, más sabiendo que todo tenía fecha de caducidad.

Primera decisión, ¿qué hacemos? Sevilla o Huelva. 16.00 horas creo recordar. Optamos por Sevilla y por ese Peugeot 207 que nos dieron como coche de alquiler. Tenía aire acondicionado, requisito imprescindible en aquellos lares. Paseo por la Sevilla mítica, por la más turística pero también por la necesaria, barrio de Santa Cruz, Giralda, plaza del Salvador, Cuna, Sierpes, Campana, Alameda de Hércules y paradas, paradas para hidratarnos.

Tras las compritas de rigor y las visitas a las distintas tiendas de souvenirs (una constante) y probar unas tapitas típicas (¡qué me gusta el adobo!) rumbo a mi otra tierra, a esa Huelva que en verano es un erial y más si se trata de un viernes. Menos mal que a nosotras no nos hace falta gente para divertirnos, tan solo una cañas de terraza en terraza (pablo Rada, Gran Vía, La Merced...) y cuando queremos darnos cuenta el reloj marca ya las cinco de la madrugada, eso sí no tenemos cara de verdura hervida :D.

Sabado: Churros para empezar el día, un empeño mío quizás poco apetecible en pleno mes de agosto. Salida hacia Portugal, hacia el Algarve. Primer destino: Loulé, un pueblo de interior que en las guías destacan por su mercadillo de artesanía. Conseguimos llegar a la plaza de abastos. Un edificio muy pintoresco, a mi me encantó ese blanco encalado de las paredes contrastando con el rojo de las torres. Ya hace hambre y en Portugal hay queso, mucho queso. ¡Al ataqueeee!. Loulé no tiene nada más que ver. Dos quesos 2,20 euros y 3 panecillos por 0,45 euros hacen las delicias de las tres.

En Loulé ya no hay más que ver. Cogemos rumbo hacia Albufeira, ¡qué horror! Guirilandia total, no hay por donde cogerlo. Es el paraíso del consumismo del souvenir, el edén de la comida rápida. Muchísimo ambiente, de eso no hay duda, pero demasiada aglomeración turística. Las casas parecen apiladas aprovechando el máximo espacio para que entren cuanto más aparcamientos mejor. UNa locura. Dicen que es la ciudad de la marcha nocturna por excelencia. Un poco más y emprendemos una atropellada huída. Dos horas, como mucho, nos bastaron para ver todo lo destacable (si entendemos por destacable las calles llenas y más llenas de tiendecitas).

R, tiene hambre, ella dice que no pero también se le pone cara de acelga cuando tiene hambre. Ponemos rumbo a Carvoeiro. En nuestra guía pone que se puede coger un barco para ver la costa. Llegamos tarde poorque paramos primero a comer (ensaladas, tostas y sandwiches, no me `pareció nada caro).

La playa muy coqueta, se puede hacer perfectamente una foto de esas de postal, de hecho tengo alguna. Yo creo que el acantilado es el que le da ese toque especial, aunque claro, aún no hemos visto nada y si comparamos con Albufeira y Loulé esto es el paraíso del turismo, claro.

Nos dicen que a unos pocos kilómetros, se puede incluso ir andando, está Algar Seco. Son grutas naturales en el acantilado, como un complejo laberinto lleno de recovecos. Mola! Todo tiene aquí un color rojizo. Chulísimo. Aquí no nos importa dejar correr el tiempo. Me da una importante sensación de libertad, ésa en la que me veo obligada a abrir los brazos en cruz. Eso sí, es importante llevar calzado cómodo.

La ventana del amor nos da para un rato de cachondeo y para muchas, muchas fotografías.

Praia Da Luz: Ahora me entero que es el pueblo donde desapareció supuestamente Madelaine, ¡ya decía yo que me sonaba de algo!. Nuestro alojamiento, los apartamentos Oasis Beach, totalmente recomendables. Por lo visto nunca hay nadie en recepción, tenemos que llamar al tío para que venga a atendernos y a darnos las llaves. Gracias a Google Maps lo encontramos sin problemas, todo hay que decirlo.

No estaba todo tan lejos como decian en Booking, la playa eran menos de cinco minutos andando. El apartamento estaa muy bien, el complejo en general, con dos pequeñas piscinas y un bareto, aunque la verdad lo usamos poco, tan solo un día. Las estancias estaban un poco mal repartidas pues la cocina era enorme, el baño también tenía un buen tamaño pero luego las dos camas, el sofa cama y demás estsaba todo junto. La terraza también muy coqueta, muy sencilla pero ideal para desayunar, comer y cenar. La cocina tiene de todo menos cafetera, un gran problema para tres personas que no sabemos vivir sin cafeína (mi subconsciente ha puesto nicotina, pero no, ya voy camino de los siete meses). Hay toallas y está muy bien de precio. Recomendable 100% (bueno, bonito, barato y limpio, para mi algo fundamental).

El centro de Praia Da Luz está a unos diez minutos andando pero toda la pomada, la movida, estaba en la zona de la playa, con unos cuantos sitios para comer que también se transformaban en terrazas-pub. Lo de las pintas de cerveza es impresionante, yo creo que lo da el calor.

Es un sitio bastante tranquilo, para salir lo justo y como en la mayoría de los sitios del Algarve, todas las casas son muy similares, preparadas para el turismo residencial puro y duro. Típico binomio sol y playa.

No hay comentarios: