08 enero 2007

141. El cuento del destino

Érase una vez un lejano país situado en los confines de la tierra. En él vivía desde siempre un joven príncipe, Anacleto, bastante conocido en el lugar por su 'arrolladora' personalidad.

En este lejano país donde ni siquieran llegaban actualizadas las noticias y el tiempo transcurría lentamente, vivía también una 'joven princesa', Segismunda, que, a pesar de no ser oriunda del lugar, llevaba varios años viviendo a unas cuantas millas de aquí, aunque acudía con asiduidad a este reino.

Ambos 'príncipes' no tenían el gusto de conocerse personalmente, a pesar de haber coincidido en alguna de las tabernas del reino y en los bailes semanales que se celebraban en el patio de armas del castillo principal.

Un buen día, Segis recibe de parte de sus princesas amigas una impactante noticia que afortunadamente para su salud recibe sentada en el trono real: el príncipe Anacleto se ha prendado de su imparable, inigualable, extraordinaria y exótica belleza y ha sentido una irresistible atracción por ella. Según cuenta 'la hoja del lunes' del municipio, Anacleto se fijó en Segismunda durante el transcurso de un acto fúnebre que conmocionó a todo el reino. A partir de ese momento, Anacleto, según cuenta el pregonero real, ha realizado un seguimiento a Segismunda propio de una novela de misterio y ella, que no se había percatado de nada, recibe la noticia impactada.

Como en este lejano país todavía se rigen por principios decimonónicos, Anacleto busca una celestina particular que haga de intermediaria entre ambos príncipes y a la que tiene ya desesperada preguntándole qué es de la joven y simpática Segismunda. Segismunda, que ha viajado a su tierra natal, vuelve descolocada y con unas nuevas ideas y recibe con sorpresa la noticia.

Celestina cuenta a Segismunda el pastel que se está elaborando y quiere saber que opina ella del joven príncipe. Segismunda, que ni siquiera tiene muy claro quién es Anacleto aunque si conoce a su joven principe hermano, hace un chiste de la circunstancia y va con el cuento a su reina y madre, que se cachondea del asunto al tiempo que vislumbra un hilo de esperanza. De hecho, ya ve a su joven y guapa hija casada en ese reino y ahora que ha recuperado la visión, centra sus esfuerzos por conocer al muchacho que ya acudió a su castillo cuando ella aún era invidente y sobre el que no reparó. Mientras, Segismunda, ha decidido poner tierra de por medio y seguir con los propósitos con los que inició el nuevo año...
(CONTINUARÁ)

7 comentarios:

ladolcevita dijo...

Ole, ole y ole, Parece que Segismunda debe de dar su opinion sobre Anacleto, que no ha quedado clara y si Segismunda ve futuro que no se corte ni un pelo porque hay que dar un herdero al reino

Anónimo dijo...

que bien saber de ti gema por este diario tuyo¡¡si quieres novio date una vuelta por mairena y a ve que podemos apañar¡¡besos olga.

Anónimo dijo...

Por lo que dice el cuento (que Segis solo conoce a su hermano) entiendo que Anacleto no tiene nombre de raza de perro ni rizos no????
Queremos foro cotis explicativo ya!!!!
A por él si merece la pena, besitos.
PD:Vicenta ya está haciendo las maletas ??

Una conformista vital dijo...

Aclaración: Cualquier parecido con la realidad puede ser, o quizás no, una mera coincidencia.

Segismunda no está muy convencida pero no cierra puertas, ya no. Y la reina y madre de Segismunda dice que a veces es mejor quedarse soltera pero en el fondo está entusiasmada y no deja de dar el coñazo a Segismunda

Anónimo dijo...

foro cotis ya!!!

Anónimo dijo...

Jajaja, muy bueno el cuento, estoy deseando que sigas contando la historia. Por cierto, no has podido encotrar unos nombres más bonitos. Segismunda y Anacleto son feisimos, casi tanto como Gema Van esa (es broma) jajaja.

Anónimo dijo...

Hola mi Gemita guapa, qué guay el cuento, te voy a contratar, y yo si quieres te hago las ilustraciones y nos forramos. bueno, pues yo estuve este fin de semana en Cuenca, y este próximo me voy a la Sierra de Aracena, lo qeu pasa es qeu por muy poco tiempo, solo sábado y domingo, qeu si no, me llegaba a verte. Mil besos, y sigue contando, a ver si termina... Fueron felices y comieron perdices...