02 noviembre 2007

200. Afectada por el síndrome

No, no es el de Ulises, serie patética a la que sin embargo estoy enganchada, aunque no tanto como a Hospital Central, El Comisario o Cuéntame...

Cuando estaba en el instituto mis mayores siempre hacían alusión a lo sencilla que era la vida del estudiante donde las horas pasaban sin más complicaciones que las de tener que estudiar y aprobar para no defraudarte a ti mismo. A mí me daba muchísima rabia que me dijeran aquello porque para mis problemas en aquel momento eran 'terribles': dependía económicamente de mis padres, no entendía nada de aquella asignatura tan odiosa, el chico que me gustaba pasaba olímpicamente de mi y yo me conformaba con los despojos de cariño o simplemente de conversación que quería darme... No veía aquella vida tan bonita. Sin embargo, ahora, desde la distancia, o quizás desde la experiencia que te dan los años, si reconozco que los jóvenes lo tienen muy fácil, aunque no sepan aprovecharlo en ese preciso momento.

Dicen que para atrás ni para coger impulso pero yo son muchos los días en los que afirmo que cualquier tiempo pasado fue mejor, pese a todo.

Eran tiempos de locura, de inocencia, de primeras experiencias, excursiones, viajes, borracheras... épocas donde la amistad era una de tus preocupaciones más importantes, cuando te podías pasar las horas muertas en torno a un triste banco, sin nada mejor que hacer y muy a gusto. Mucho ha cambiado mi vida desde entonces. Todo avanza, el tiempo sigue su curso sin que pueda hacer nada por detenerlo.

Sí, no puedo evitar mirar con nostalgia al pasado, especialmente en determinados momentos, especialmente cuando veo que mi entorno se adapta a los cambios, madura y sus preocupaciones empiezan a coger distancia con las mías. Yo, sin embargo, me resisto a ese paso del tiempo y sigo anclada en esa felicidad del pasado de la que ya solo queda una tenue estela, una pequeña huella que se desvanece por instantes.

Los especialistas lo llaman el síndrome de Peter Pan. Están afectados de este síndrome aquellas personas que se resisten a madurar pero no preocupados por envejecer o morir, o al menos no es ese mi caso, sino que mi mayor miedo es que se desvanezca mi capacidad de soñar, de ilusionarme como antaño. Me da pánico pensar que si sigo avanzando y entro en esa nueva etapa tendré que dejar atrás hábitos, costumbres... momentos, en definitiva, que para mí siguen siendo fundamentales.

No es nada grave, ni terminal, ni me hace sufrir demasiado. Simplemente son etapas, son fechas claves o instantes concretos en los que no puedo evitar entristecerme, en los que la melancolía se instala e invade por completo eso que llaman alma.

Me he estado informando sobre el tema y he leido que el síndrome de Peter Pan es una enfermedad del alma, en vez del cuerpo. Y cito textual: "Hace que lo que duela se sienta mucho más adentro que lo que puede curarse en cualquier centro de salud. Es poco común y muy peculiar pero inofensiva e hiriente a la vez. Muchos la rozan pero pocos la padecen".

Su única cura: seguir creyendo en El País de Nunca Jamás. Ese país en el que nunca jamás los niños dejan de soñar y nunca jamás los jovenes dejen de ser jóvenes.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Qué razón tienes... vivimos el día a día sin darnos cuenta de lo rápido que pasa el tiempo y de lo que han cambiado nuestras vidas... y de repente te paras a pensar y caes en la cuenta de lo que dejas atrás y estás olvidando sin ni siquiera enterarte... gracias por recordarnoslo!