24 abril 2008

229. El niño y la luna

Había una vez un niño fascinado por la luna. Quería ser como el astro, sin embargo sabía de sobra que las lunas eran insignificantes si las comparabas con el sol. Quizás de ahí viniera su atracción ante lo distinto. El niño siempre habia sido antes que nada sol y encontrarse de buenas a primeras con esa luna le desconcertaba.

El niño aún no conocía los beneplácitos nocturnos, era totalmente diurno y por eso cuando llegaba la noche y aparecía la luna su mundo se cambiaba e intentaba en vano ser al menos una estrella que pudiera acercarse a la luna. Ya, ni siquiera pedía ser Amstrong y llegar a pisarla, simplemente se conformaba con estar cerca de ella aunque el miedo a lo desconocido se apoderaba del jovencito niño que a duras penas sabia como plantar cara a la veterana luna.

Aún así, llegó un momento en que la luna quiso eclipsar al niño que, atónito, no podía dar crédito a lo que presentía pues la luna que habia hecho propio el refrán de mas sabe el diablo por viejo que por diablo intentaba de forma sutil que el niño cayera definitivamente rendido a sus pies.

El niño, ingenuo a la vez que desconfiado, se sentía halagado al verse seducido por la luna aunque el miedo y la razón que le faltaba a la luna acababa haciendo mella en el niño que finalmente decidía poner pies en polvorosa y refugiarse en su cálido sol.

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