26 diciembre 2009

368. Armaduras, corazas y ombligos

Hay gente que lleva tanto tiempo con la armadura puesta, protegiéndose con la coraza de los elementos externos, y especialmente de los internos, que cuando se presenta el enemigo, entendiéndose éste como un ente abstracto, inteligible e ilegible o incluso como un ser indefinido compuesto de varias cabezas, varios troncos y varios cuerpos, que es casi imposible reaccionar, disimular que no es oro todo lo que reluce y que las consecuencias de tanto silencio, de tener las tragaderas tan rebosantes, acaban haciendo tanta mella en uno que basta una insignificante chispa para conseguir que todo salte por los aires.

Nos miramos tanto el ombligo que muchas veces no nos damos cuenta que esa persona que siempre está ahí, esa que te resulta incondicional y a la que sin embargo la vida no la ha sonreido todo lo que se merece, está con sus actos, con su actitud, con su mirada o con lo que sea lanzando un SOS.

Es dificil, ah! que digo, es imposible sacar todo lo que llevamos dentro. Yo no lo haría jamás pero hay veces que es necesario soltar ese aire que te comprime, sabiendo que quizas al otro lado no encuentras un descomprimidor que te dé las soluciones que necesitas pero bueno, como poco, habrá hecho que esa opresión del aire se haya liberado.

A mí por eso me gusta escribir, aquí o allá o más allá, ya lo he dicho muchas veces, es mi terapia. Cada uno debiera buscar la suya y contar para ello con los instrumentos necesarios. Seguramente, la mayoría de las veces ni siquiera se trata de buscar respuestas, de encontrar un camino del que parece que te desvías, sino que simplemente se trata de que una parte de eso que cada uno guarda dentro de sí, salga, y salga sin más.

Lo que más rabia me da es no darme toda la cuenta que debiera o, lo que es peor, aún dándome cuenta de que el viento no sopla todo lo a favor que debiera, preferir mantenerme a la espera de que todo estalle por los aires, se descomponga. Preferir seguir mirándome ese ombligo y estar más pendiente de mis propias tonterias que optar por un ¿Y tu qué tal estás? que se repita cuando el primer bien no suena convincente, cuando sabes que no es convincente porque los ojos suelen ser el espejo del alma y especialmente en algunas personas, que pierden la atención, que se meten en sus propios mecanismos interiores y que a gritos callados están pidiendo cuanto menos unas orejas que la demuestren que las suyas no son las únicas que están limpias.

R. siempre dice que consejos vendo que para mi no tengo pero orejas tengo y si hace falta pues me compro las de Pluto para que sean más y más grandes, todo lo grandes que sean necesarias.

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