14 septiembre 2010

402. Un gran alivio

Estoy sorprendida. Por fin me siento aliviada, me he quitado un peso de encima, y nunca mejor dicho. Supongo que a medida que pasen los días esto vaya siendo aún mejor, aunque bueno, tampoco hay que regalar la vaca antes de comprarla o algo asi dice un dicho.

Imagino que era algo que esperaba desde hace tiempo, aunque hoy si que no, pero ahora me arrepiento de todo lo que dejé en el camino, ¡cuántas oportunidades perdidas!. Borrón y cuenta nueva. Además, ¿qué más puedo pedir si al final he visto hasta un poco de espíritu, de decisión? Aunque la sombra de la duda, de ese casi convencimiento de falta de sinceridad, ¿qué que más da, digo yo, si el daño está hecho? sigue planeando. Pero, en fin, espero haber cerrado bien la puerta esta vez.

Sé que esto es lo mejor que me ha podido pasar, la pena es que no llegara con unos meses de antelación. Si total, no creo yo que las cosas cambien tanto, lo que ahí ahí y eso es desde el principio y si no, tanto, no se tarda tanto tiempo.

Eso realmente es lo que me jode, la sensación de sentirme un muñeco, utilizada o de haberme montado una historia que aunque todos los factores apuntaban hacia el otro lado, yo me negaba de verlo. ¡Cuántas veces me lo han dicho! Si es que no tengo remedio.

¡Qué no, G., que esto no es así! ¡Segura que estás dispuesta a algo asi! ¡Si no es normal! ¡Si no mereces eso! Y yo erre que erre.

A ver no digo que no duela, pero era algo asumido, y ahí está la clave. Aunque, vamos, que nadie se piense que no voy a seguir con mi premisa, ojos que no ven... Ya se encargará el tiempo de poner las cosas en su sitio. Pero sufrir, qué sufra Rita, la cantaora!

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