18 septiembre 2010

404. El puente entre las dos orillas

No puedo evitar hacer montañas de granos de arena, por muy pequeños que estos sean. Está en mi condición, supongo que se deba también a no tener problemas excesivamente importantes a los que enfrentarme, afortunadamente por otro lado.

Pero cuando se rompe mi equilibrio, todo se descompensa y, aunque lo intente, no puedo disimular que todo va bien. A pesar de que pongo todo mi empeño en aparentarlo. Si duele, duele y aunque no quiero compasiones, tampoco quiero tragar, hacerme daño a mi misma luciendo una falsa sonrisa. Lo he intentado, pero está claro que aún la herida está abierta y como todo, cicatrizará, pero no me pueden pedir ni yo puedo conseguir que sea algo inmediato.

No quiero dar pena, no quiero hacerme la víctima, eso es sinceramente así, pero por otro lado no puedo hacer como si todo fuera igual. Sigo pensando que esto es lo mejor que me ha podido pasar en mucho tiempo, mi cabeza así lo cree, estoy firmemente convencida de que algo tan bonito no puede ser tan doloroso y yo, por este apasionamiento o esta forma de ser tan peculiar, tan desafortunada, más bien, tengo una lucha contra lo que sé que es lo más correcto, lo más coherente y lo más maduro, hay no puedo quitar la razón a nadie, y mis propios sentimientos, que son los que hacen la puñeta.

La cabeza a estas alturas tiene mucho más peso y eso es realmente lo importante. De hecho, ya había vuelto a recomponer el puzzle, y el rumbo de mi vida seguía tan normal, o muy cercano a esa línea de la rutina. Pero eso muchas veces resulta una fachada, no, no es exactamente una fachada, pero es lo que se llama vivir. Levantarme aunque los pies me tiemblen. El problema es que en ese estado, basta cualquier nimiedad para que los pies fallen y vuelvan a caer. Por eso, como el tiempo se encarga de poner a cada uno en su sitio, todo pende de ese factor. Sé que todo volverá a la normalidad, pero es ingenuo pensar que iba a ser de forma inmediata. Estoy herida y mi mundo se mueve entre el quiero pero no puedo, en el lejos pero cerca, en el a otra cosa mariposa pero siguiendo la preocupación, es lo que tiene la amistad.

Al menos, ya me he quedado tranquila, más ancha que pancha, soltar todo lo que tienes dentro sí que va a ser una buena terapia. No hay vuelta atrás, eso creo, siempre el puto creo, lo tengo claro, pero el camino hacia adelante debe seguir su curso y ahora, para mi, las caminatas se componen de pequeños pasos.

Hace unos meses tenía claro que iba a haber un punto y final pero cuando ha llegado el mometo no estaba tan preparada como yo me había hartado de propagar a bombo y platillo. Me había creído mi propia mentira y ahora toca pagar las consecuencias.

Me gustaría poder seguir como antes de antes, sería lo mejor, pero de momento, y no será porque no lo he intentado, no va a poder ser, aunque eso duela todavía más, aunque me haga sentir egoista porque sé que hay buenas intenciones en el otro lado del río, intenciones que vienen con retraso pero que llegaron. Si el puente que unía las dos orillas nunca acabó de construirse, hubiera sido mejor buscar otra ubicación para él hace mucho tiempo. No obstante, sé que ese puente acabará construyéndose, ya no será rosa, sino verde, pero para el verde la obra si había avanzado lo suficiente.

1 comentario:

Anónimo dijo...

PUES A CONSTRUIR EL PUENTE, Y QUE TARDE LO QUE HAGA FALTA. A MI TENDRÁS AL LADO DÁNDOTE LADRILLOS. MUCHOS BESUS

INÉS