19 abril 2009

294. Preparativos viajeros confusos

¿Frio o calor? Ya he sacado las maletas del armario. Primer paso. He estado media hora para decidirme si una mediana o una grande. Al final, he dejado las dos y donde me entre, esa me llevo, que Bartolín no está ya de autobus y el maletero ya lo tengo lleno de cremas de orujo y corbatas... y falta saber qué querrá llevarse Karen para cinco dias, madre del amor hermoso!!!.

Segunda odisea. ¿qué ropa llevar? Ir en primavera es lo peor. Nunca sabes como acertar. Si vas de verano corres el riesgo de morirte de frio y se vas de invierno, logicamente, de morirte de calor. Aggghhh. Saco toda la ropa que me gustaría llevarme de invierno, la pongo encima de la cama y... ya me he cansado, mañana seguiré.

¡Qué pereza me da! Estoy muy ilusionada por ir, por ir con Karen, por ver a mis padres, a mi familia, a mis amigos, a mis compis del periódico, a mis compis de la facultad... pero, por otro lado, ahora mismo me da un poco de... no sé si llamarlo pereza. Sé que una vez alli, pase lo que pase, va a ser diferente, me pasará como en verano, como en octubre, que ya las cosas se ven diferentes, menos mal que la romería y la virgen de la peña ya son por si especiales. Tengo ganas de oler, sí, de oler, ¡con qué poco me conformo! oler a azahar, oler la caldereta de la casa fondos, oler el paraíso de enfrente de mi casa en la mina... hasta oler los cagajones de los caballos.

También tengo ganas de ver... ver que aunque en los pequeños detalles las cosas cambien en lo sustancial el tiempo no pasa, que todo sigue en su sitio. Esa ermita, ese peñón, esas casas blanqueadas, esa corta, esa gente tan especal, ese cielo azul...

Ganas de tocar... de estar en mi pequeño paraíso de tranquilidad, tocar sus rejas, tocar las manos de mi padre, la cara de mi madre, tocar esas fresas recién cogidas, pasar las manos por cada mueble de mi casa y sentir cómo van contando historias, cómo van recordando tantos buenos ratos pasados.

Ganas de probar... esos gurumelos, ese rebujito, ese ponche con cocacola, esas fresas, ese puchero familiar, esas gambitas de huelva, ese jamón, esos chocos, esa caldereta, esas rosas, esas tortas... mmmm, cierro los ojos y también me traen muy buenos recuerdos

Ganas de oir el pito y el tamboril, el rasgueo de guitarras, esos cantes por Huelva, esas tonás a la virgen, el trotar de los caballos, los gallos despertandote por la mañana... o acompañandote cuando vuelves a casa después de una noche de fiesta, escuchar ese rozar de las espadas por el suelo, oir hablar en andaluz, ori la jauría de los perros, oir el silencio...

Me da, no sé si llamarlo pereza, quizás sea miedo de echar de menos algo que ha formado parte de mi, no, creo que simplemente es añoranza, aunque realmente sé de buena tinta qué aquello ya no es la vida que quiero.

Hay veces en los que el aburrimiento no existe, a pesar de reunir todos los condicionantes para hacerlo, para aburrirte, digo. Estoy segura que no me aburriré pero volveré a sentir que ya no formo parte de aquello, lo miraré con distancia, aunque esté encantada a cada segundo, con cada detalle, con cada conversación, con cada 'hola, qué tal te va'. Pero volveré a sentirme desprotegida, descontextualizada pero a gusto, siempre a gusto con quienes también son los míos. Esto de sentirte parte implicada en dos sitios distintos, es difícil, pero todo es cuestión de tomarlo con pasión y de ser consciente de que cada segundo es único, inolvidable e irrepetible. Esa va a ser mi filosofía y mis sentidos los van a disfrutar. ¿Más ropa de invierno o de verano?

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