13 octubre 2011

488. Perfumes y otras historias

Lo humano, a veces, apesta.
El hedor es tan intenso, tan nauseabundo, que por mucho que intentes esquivarlo, girar la cabeza hacia otro lado, dirigir la nariz hacia el cielo para aspirar aire limpio, es imposible, acabas impregnado de ese tufo, incapaz de quitártelo de encima por mucho que te alejes o que laves la ropa.
Lo triste es que para llegar hasta ese mal olor, primero han venido épocas que olfateaban primaveras, que dirían Delinquentes, momentos en los que todo eran flores.
Pero de pronto, de golpe y porrazo, en un zas quizás buscado o quizás llegado poco a poco, sin apenas percatarse, ese perfume privameral va cambiando, va tornándose en otros aromas, se incorporan nuevos aceites, oscuras esencias y lo que era una colonia celestial se convierte en una cochinera.
Algunos lo llaman mal rollo.

No hay comentarios: