14 julio 2005

4. El chico del excusado

El otro día me reencontré con uno de esos chicos a los que yo tengo en mi lista de... ¡¡¡¡interesantes!!!!... Sí, la lista tiene apenas cinco nombres porque interesantes, lo que se dice interesantes, ¿para que engañarnos? no hay muchos (aunque alguno se empeñe en aparentar que si lo es y lo único que logre es evidenciar aún más si cabe su mediocridad) Pero bueno esto es otro tema.
Algunos apuntarían al destino y, otros, a la casualidad. Vuelvo a repetir, para que engañarnos. EL caso es que habia un porcentaje muy alto de posibilidades de poder encontrarmelo de nuevo. Yo simplemente era que no lo ubicaba en ese lugar tan pronto y me descolocó. El caso es que el chico no es de Huelva aunque supongo que tiene familia aqui. Lo conocí el año pasado durante la feria de verano. La cuestión es que yo estaba muy ilusionada pues hacia que no salía en el pueblo algunas semanas y la idea de ir de marcha pues me apetecía, la verdad. Asi que cuando lo ví en la mesa, con intención de saludarme, inconscientemente bajé la cabeza y me puse a hablar con una de mis compañeras de juerga. En un principio no supe porqué reaccioné así. Incluso pensé: ¿Pero que gilipollas eres? ¿Cómo se puede ser tan absolutamente sosa? Algo que por otra parte, no es del todo falso pero bueno sosa pero cumplida, qué diría mi madre, siempre omnipresente. La cosa que nos fuimos para otro pueblo que estaba en fiesta y después del tercer cubata recordé por qué me había dado vergüenza saludar al susodicho. La cosa es que el año pasado, por la feria, cuando lo conocí, me cayó bien. Es mi tipo de hombre. Ni alto ni bajo, más bien feo que guapo, poco cachas, humilde, algo simple (por lo menos aparentemente), con manos de albañil (bueno de esto sinceramente no me acuerdo), cabizbajo, introvertido.... ¡todo un gigoló, como podeis comprobar! Y es que hasta el sentido del gusto lo perdí cuando mi madre me parió. ¡Qué le vamos a hacer! Aunque pensándolo bien, menos mal que me gustan los feos, que mira tu si encima me gustasen los guapos y visto como esta el panorama actual, en los que se aparean entre ellos, (y me parece estupendo, que nadie me vaya a entender mal) no quiero ni pensarlo. Total, que el año pasado cuando lo conocí, me caýó bien, como ya comenté anteriormente, asi que me dispuse a hablar con él. Ya conoceis todos mi facilidad para el don de gentes, mi simpatía innata, mi facilidad de palabra, mis siempre largas conversaciones, mi simpatía, mi carácter extrovertido y la necesidad que siempre tengo con entablar conversaciones con la gente a la que no conozco absolutamente de nada. Es más, la gente muchas veces me tiene que pedir que me calle porque por lo visto levanto incluso dolor de cabeza. Bueno los que me conoceis ya sabeis que estoy diciendo toda la verdad. En fin que después de una irreverenta e intrascendental conversación con el muchacho, ví como mi grupo de compañeras de juerga se disponían a ir a uno de esos servicios que se instalan en las fiestas y principales eventos deportivos para que la gente pueda hacer cómodamente sus necesidades. Si, me refiero a esos urinarios que se encuentran al aire libre, en lugares oscuros, preferiblemente entre dos vehículos de gran tamaño, donde predomina una decoración natural con la luna y las estrellas como fondo (si hay suerte con la noche, claro), que carece de papel higiénico, de muebles donde poder lavarte las manos una vez realizada tu función biológica y donde no puede ni siquiera ocurrirsete la idea de evacuar otra clase de líquidos (o sólidos). Sin dispensador de preservativos, con un agradable aroma y donde confluyen fluidos de cientos de elegantes señoritas (y señoritos) que aprovechan al mismo tiempo la ocasión que le brinda este moderno y tecnológico urinario para, de paso, refrescarse los pies en las noches del caluroso verano. Seguro que todos y todas habéis utilizado uno de estos excusados donde las paredes y la puerta utilizan materiales que parecen invisibles. Yo que no quería perderme la oportunidad de visitar tan exquisito lugar, me dirigí comedidamente a mi compañero de charla y con la suave, clara, elegante, aterciopelada, entonada y dulce voz que me caracteriza le dije con la educación y seriedad que se precisa en esos momentos: ¡No te muevas de aqui, que voy a mear y ahora mismo mismo!. Nada mas acabar la frase me dirigí a mi compañera de juergas para dedicarle el siguiente poema: ¡Esperame bonita, que me estoy meando vivita! mientras me acercaba a ella apoyando mis dos delicadas manos donde se evacua.
¡Cómo no me iba a darme vergüenza encontrarme con él! Si fueron las últimas palabras (y casi las primeras) que crucé con él. Desde entonces, le llamo 'el chico del excusado'.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Bridget Jones? La verdad que no me atrae la idea. Sólo espero que te haya sacado una sonrisa mientras lo estabas leyendo. Gracias por aportar tu granito de arena. Besos