26 octubre 2007

197. Remedios para una droga un tanto peculiar

Hoy hace 24 días que deje de fumar, 12 efectivos, subrayo. ¿Qué quiere esto decir? Pues que tuve una pequeña recaída. Se lo comenté a mi compañera de curro, que se ha convertido en mi vara fustigadora, y me apoyó, me dijo que no pasaba nada, que un desliz lo tenía cualquiera y me animó a seguir con mi lucha. Y en esas me mantengo.

Todo quedó ahí hasta esta mañana cuando otro compañero me ha visto rechupeteando el cigarrito de plastico y he tenido que volver a repetir lo que llevo explicando desde hace varios días haciendo mención, por supuesto, a mi 'pequeña recaída', un mal momento que se había traducido en más de un paquete de tabaco el fin de semana que fui a Sevilla... y todo por culpa de una gran kedada de la que ya hablare en el próximo post, prometido queda. Total, que mi compañera no daba crédito a lo que estaba oyendo porque, claro, ella entendió por recaída un cigarritoo, no un paquete pero ¿qué culpa tengo yo si no me comprende cuando hablo?

Y a qué viene todo esto??. Ah si, ya me acuerdo. Otra desventaja de dejar de fumar, la pérdida de memoria... Vamos, que esto viene a cuento porque ahora se me ha presentado un problemón que me tiene obsesionada durante las 24 horas del día. Para mí dejar de fumar no es gravísimo, de hecho lo he intentado en innumerables ocasiones, con éxito en todas hasta que mi fuerza de voluntad se esfumaba y recaía (incluso llegue a estar nueve meses seguidos sin fumar, que conste). Me resulta hasta fácil, afirmaría... Me cago en la leche, otra vez me estoy yendo por los cerros de Úbeda.

La consecuencia más nefasta para esta que escribe de dejar de fumar se traduce en el engorde. Y encima, me da una rabia increible porque cuando fumo también hay ocasiones en las que me dan ataques de gulimia (nuevo vocablo). Pues si hace 24 días desde que estoy intentando dejar el vicio, hace 22 que una imagen se me repite en la cabeza, una escena que da vueltas y vueltas, que no puedo borrar y que me persigue hasta en mis sueños. Y es que mi cabeza se ha convertido en una gran bolsa de Risketos (voy a hacer publicidad) que no me deja vivir. Parece que estoy preñada. Solo pienso en Risketos. Desayunaría, almorzaría, comería, merendaría y hasta cenaría Risketos.

La primera semana fue horrible, mortal, decepcionante. Tenía la hora cogida. Me sentía una risketómana. Salía por la noche de currar con una día fija en mi mente. Iba disparada en busca de mi dosis a uno de los kioscos que tengo que atravesar de regreso a casa. Al día siguiente cambiaba de kiosco para que mi vicio no quedara delatado. Así un día si y otro también, y otro también. Me estaba convirtiendo en una auténtica yonki y mis camellos incluso me conocían y me ofrecían otras drogas cuando ésta se había acabado.

Después de diez días fui consciente de mi enfermedad y traté de enmendar mi error y desintoxicarme. Y aunque también he vuelto a recaer, más o menos lo voy llevando. El remedio es muy casero. Se trata de poner música en mi vida. He introducido nuevas canciones en mi MP3, como la versión del 'Me estoy quitando, solo me pongo de vez en cuando' que hiciera Extremoduro, 'Heroína' de La Fuga, Cocaine de Eric Clapton, Dope Show de Marilyn Manson... Entonces, en cuanto salgo por las puertas de la redacción, enciendo el aparatito, lo pongo a toda pastilla, pongo el piloto automatico que encamina mis pasos hacia el fragor del hogar, y entro en un mundo onírico que se prolonga durante los 25 minutos que dura el trayecto. El antídoto, salvo excepciones funciona, pero aún no tengo claro si la gente no me confunde con una yonki auténtica cuando me escucha cantando (caretos inclusive) en la oscuridad de la noche.

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