08 julio 2009

318. Sin título

Sé de antemano que me arrepentiré de escribir esto. Pero por qué no hacerlo? Este es MI espacio, mi escondite compartido, el sitio de desahogo y más en esta época, también de alegrías, por supuesto. Podría haber cogido un papel y escribir a mano, podría haber cogido un word que luego poder esconder en la carpeta más olvidada de mis documentos o tirarlo directamente a la papelera, podría guardármelo para mi, sólo y exclusivamente para mi, como he hecho otras veces, pero esa solución sería aún peor. La desazón, cuando te corroe por dentro, es el peor de los sentimientos y si encima viene aderezada de una pizca de soledad, el plato final acaba siendo demoledor.

Yo que presumo de fuerte, de esas a las que la muerte o la enfermedad no las asusta, que tiene claro que es condición humana ¿cómo puede ser que una insignificancia como esta pueda dolerme tanto? Soy débil, demasiado débil para contar ya con 28 años, aunque mi hermana se empeñe en asegurar que yo soy mucho más fuerte que ella. Tan débil que mi estado de ánimo cambia de un extremo a otro de la cuerda cuando realmente me afecta lo que está pasando. Tan débil que aunque la impotencia se agarre a mi estómago y me impida llorar de primeras, víctima de la arrogancia del enfado, las lágrimas negras comienzan al momento a derramarse por mis mejillas en una mezcla igualada de tristeza, rabia, impotencia y humillación que no sé como parar. Que jamás puedo disimular.

Tengo mucha imaginación y más capacidad aún de creerme mi propia película, y por eso peco de victimismo, que si, que es probable, pero ese nudo que se atrinchera en un sitio innaccesible para todos, algunos lo llaman alma, en realidad es una solitaria que la deja seca a base de llantos, juramentos y desazón, una terrible desazón de no ser correspondida, ni entendida y mucho menos comprendida o apreciada.

Qué defecto más grande tengo! Qué puñetero complejo de sentirme inferior! Ahora, que gracias a mucha gente, más de la que jamás hubiera imaginado, me demuestran cada día todo lo que valgo, que no creo que sea más que la mayoría, sólo me hace falta encontrarme una piedra en el camino, una gravilla sin importancia, para que mi universo de felicidad se destruya en un segundo.

UNa tontería, una soberaa nimiedad que la mayoría de la gente pasaría desapercibida pero para mi es como el peor de los lastres. El secreto es sencillo. Basta con pisotearme, con dejarme en el vagón de cola, con otorgarme un papel de cuarta fila al que, no obstante, me agarro con todas mis fuerzas, aunque inconscientemente sepa que ese siempre ha sido mi lugar. Allí, fuera de las principales prioridades, ese menosprecio no intencionado, estoy segura de ello, pero que existe y que acaba destrozándome... Si fuera un vampiro, ésa sería mi estaca, mi cabeza de ajo o mi crucifijo.

Sé lo que tengo que hacer pero jamás será lo que quiero hacer. Ayer me dijeron que la vida no está para sufrir pero ¿como se consigue eso, joder? Hay muchos caminos para conseguir la felicidad y quizás me equivoqué al elegirlo y en el próximo cruce tenga que desviarme. Sin embargo, yo no quiero desviarme, sólo quiero encontrar algún manojo de flores en ese camino, algunos frutales que me demuestren que este camino desemboca en un jardín o que aunque no desemboque en ninguna parte, al menos en ninguna con cipreses, siempre seguirá habiendo flores, cada vez más y más flores. Eso quiero pero no sé si el jardinero está de vacaciones, aún no sabe que tiene que cuidar ese camino floreado, si no tiene ninguna idea de jardinería o realmente está deseando que crezca la mala hierba y el camino acabe convirtiéndose en una simple vereda.

En realidad, mi problema es que siempre he sido muy feliz, demasiado, sin grandes problemas que afrontar, sin vicisitudes de esas que te ponen en primera línea de batalla. A veces siento envidia de la gente a la que la vida no trata bien. Eso forja un carácter, eso te hace fuerte a base de puñaladas por la espalda, de improperios improvisados, de palos en las orejas, que diría mi padre, y hace que nimiedades como la que ronda mi cabeza y otros órganos más profundos, acaben gravemente heridos. Y encima me siento estúpida porque sé que mañana mismo seré capaz de afrontarlo de otra manera, que mi optimismo sacará fuerzas de flaqueza ante la controversia, aunque siempre quedará un huequito herido.

Me siento estúpida, gilipollas, idiota, dolida y con esa amarga sensación transformada en lo que a priori sería un bonito sentimiento al que, encima, no me veo capacitada para renunciar, al que realmente no quiero renunciar porque tiene demasiadas cosas buenas pero al que mi orgullo, al que cada día le cuesta más aparecer pero acaba saliendo, me diga que una retirada a tiempo es la mejor de las victorias. ¿pero realmente es así? La indecisión, otro de mis grandes problemas.

Recomiendo esta terapia de choque. Escribir tendría que estar recetado por la Seguridad Social. Adios, angustiosa angustia, adios. Buenas noches. Bienvenida de nuevo, tranquilidad. Mañana será otro día, mejor, o eso espero.

(Desahogo, para eso me ha servido esto y para eso lo he utilizado y sé que lo leereis, así seguimos conociendonos, pero como otras veces, me hacéis más favor callando que hablando. Cuando os necesite, ya silbaré para contároslo. Gracias).

No hay comentarios: