03 julio 2009

314. Mi garrapata

Ahora mismo podría estar desconectada del mundo.

Sentada en un viejo poyete sin más vistas que una vieja hilera de garages; ahora mismo podría estar con un pantalón corto, con unos tirantes y unas chanclas viejas; ahora mismo podría estar escuchando hablar a mis mayores..., o a los que no lo son tanto, contando viejas historias que en muchas ocasiones se remontan a hace cuarenta ó cincuenta años; ahora mismo podría estar impregnándome de esos olores tan especiales, mis oídos podrían estar disfrutando de esa paz que da el silencio o simplemente podría esar ensimismada, enfrascada en mis propios pensamientos en un lugar que a pesar de todos los peros tiene algo especial, siempre lo tendrá.

Sin embargo, estoy aquí, rodeada de una tecnología que en realidad sirve para muy poco cuando más la necesitas.

No he querido ir y ahora el ronroneo está en mi interior. No me arrepiento de mi decisión, no, para nada, pero quizás tendría que haberla pensado más detenidamente, quizás asi no desaprovecharía los momentos.

La coronación de la virgen es fuera aparte de la fe un hecho histórico y me hubiera gustado vivirlo como vivo ultimamente todo, o como siempre lo he vivivo todo, sin implicarme demasiado, siendo ese testigo discreto que no pierde ni un detalle. Lo mismo aquí que allí. Estar sin tierra o entre dos tierras... asi estoy yo e igualmente sola, esa sensacion que aparece y desaparece pero que cuando se hace visible es desgarradora y no puedo hacer nada por evitarla. Ni siquiera rodeada de gente puedo hacer que se escabulla. Se agarra a mi como la más rastrera de las garrapatas y siempre llega sin avisar, de improviso, por cualquier memez que ni siquiera merece la pena repetir.

Menos mal que desaparece,o por lo menos suelta un poco sus cadenas durante la mayor parte del tiempo. Es cuestión de minutos, de horas y zas, vuelve a irse como ha llegado,pero la herida la abre y las heridas nunca llegan a cicatrizar del todo.

Voy a cerrar los ojos, voy desplazarme a ese paraíso de tranquilidad donde siempre me acompañó ese sentimiento tan atroz pero que jamás consiguió que olvidara las bondades de un sitio que en el mes de julio, por la noche, con la fresca, como dicen los mayores, se convierte en un remanso, en algo que se parece, si es que existe, al paraíso eterno.

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