04 octubre 2005

37. No pienso ni ponerle un título

Nueve punto, cero, cero, o lo que es lo mismo, 09.00 AM. La inconfundible voz de Julio César Iglesias, de RNE, vuela sobre mi cabeza anticipando la cruda realidad a la que me llevo enfrentando durante todo el día, la vuelta a la rutina, el regreso de las vacaciones tras un mes de ininterrumpido... (iba a decir descanso pero descansadas la verdad que no es el adjetivo que mejor definen mis merecidas vacances) ininterrumpido mes de diversión continuada, hala y me quedo tan pancha. Nada más abrir la puerta de mi habitación me cruzo de bruces con mi padre que me atolondra aún mas el día con una perolata sobre quién sabe qué solemnes tonterias que a mi ni me van ni me vienen y menos a esas horas tan intempestivas y que inevitablemente me hacen reflexionar sobre mi comportamiento durante el próximo mes para poder readaptarme a la convivencia paterna después de tres meses de vital y conformista independencia y soledad. A continuación, le toca el turno a mi madre y su mania porque vaya siempre al curro perfecta (A ver Vicen, me malpagan por escribir y ser agradable con la gente cuando hablo con ellos por telefono, no por mi cara bonita y mucho menos por lucir modelito o palmito) El resultado: la primera bronca de la temporada porque a mi me apetecía ir en vaqueros y en playeras y me he puesto cabezota y al final he hecho lo que me ha dado la gana pero claro no me ha quedado mas remedio que escucharla. Ainsss!!! , anda que no me keá ná que aguantá. Siguiente paso: caminata de media hora hasta el periódico. Si, sé que podeis decir que porque me da la real gana, que puedo coger el autobus, mi coche... pero se supone que hoy comenzaba mi nueva vida, sin tabaco, sin excesos grasientos, con ejercicio de por medio, apretandome el cinturón, etc. Esto es algo que me voy a tomar muy en serio especialmente después de descubrir que al subirme a la báscula, la aguja marcaba dos kilos más que cuando me fui en agosto... odio tener que estar colgada de la báscula. La llegada al periodico no ha sido tan espectacular como yo pensaba. No es que yo me fuera a derretir en besos y abrazos con toda la peña pero he tenido la gran suerte de que cuando he llegado, sólo estaba Elena. Luego la puesta al día... eso si que ha sido la de Dios es Padre, bueno de hecho he decidido dejarlo por imposible y que mañana será otro día...
Pero bueno antes de irme por otros menesteres quiero contaros la aventura del día. Resulta que el domingo nos fuimos a cenar al turco de Maliaño (cómo no, kebaps), para despedirnos de las tres semanas a lo grande. Yo lleve mi coche porque tenia que llenar el depósito para venirme el lunes para Huelva, bueno mi coche fue el medio utilizado que condució María que dice que ahora la mola eso de coger los coches ajenos. Total, que al llegar de nuevo al puebluco, a eso de las once de la noche, no había ni un puñetero sitio libre. Para más Inri, el lunes hay mercado y no se puede aparcar en la calle San José porque te lo retira la grúa, por lo que casi fue misión imposible. Total que dejamos el coche en mi calle, arriba, donde antes tenían el taller los de Mosquera y donde había un par de coches más aparcados. Total que después de los besos y abrazos correspondientes (chicas, ya os echo de menos) subo a mi casa y al cerrar las ventanas me percato que donde esta mi coche esta pintado de amarillo. Total que empieza mi paranoya de que la grua me va a llevar el coche a las siete de la mañana, hora a la que yo me iba a levantar y ya mi cabeza se convierte en un hervidero, justo lo que necesitaba para tener que conducir al día siguiente sola y durante once horas. Me intento autoconvencer de que no pasa nada, que hay otros dos coches aparcados pero en ese mismo momento oigo el motor de uno de ellos que se va. Me acuesto sin cerrar la ventana ni la persiana del todo por lo que escucho todo ruido procedente de la calle con la claridad que ofrece la noche. Cada 10 minutos me levanto a ver si mi coche sigo asi. Cuento ovejas, me recrimino a mi misma el hecho de no poder dormir teniendo que madrugar y encima conducir, sueño despierta, agoto todos los trucos que normalmente utilizo cuando el sueño no existe en mi cabeza pero nada... Oigo la alegría (o borrachera) de la gente que viene de Solares pero yo sigo ahí con los ojos abiertos. A la una y media de la mañana escucho sobresaltada como mi esperanza va a volverse un pozo y por las rendijas soy consciente de que el último cartucho que me quedaba por quemar (el coche que estaba por encima del mio) también abandona su sitio y se va. Dos de la mañana. Me levanto decidida y me pongo los piratas, la camiseta y la cazadora (no me atrevia como javi a bajar en pijama a la calle a esas horas). Con un frio que pela, bajo las escaleras andando (aunque lo peor es que luego tenia que volver a subirlas, ya sabeis quinto sin ascensor) y como un alma en pena y con las gafas puestas (que por cierto estan mal graduadas) me subo al coche con un cigarro encendido dispuesta a lo imposible: encontrar un aparcamiento en Astillero un domingo a las dos de la madrugada. Ya sabeis que aparcar es una de mis ocupaciones preferidas, me encanta aparcar el coche, es por eso por lo que me lo bajo todos los días al trabajo para ver dónde narices encuentro un aparcamiento en línea con dos coches super juntos para no quitarle la gracia al asunto (yo en batería ni de casualidad, demasiado fácil para mi). En fin... pues estaba dispuesta a todo, a hacer 3.000 maniobras, dejarlo en cuesta... pero no había ni un solo aparcamiento. Hasta que por fin y después de cuatro vueltas por el pueblo encuentro uno en uno de los lugares más concurridos del pueblo, la plaza de la Constitución... y de ahí de nuevo a patita, muerta de frio a casa... Ahora que menos mal porque a las siete y cuarto, cuando fui a por el coche para poder bajar las cosas (eso es otra, tuve que subir tres veces a mi casa, quinto sin ascensor os lo recuerdo) ya estaba la grua municipal llevándose coches de la calle San José. Y encima, después estaba justo queriendose llevar uno que estaba donde María me habia dejado el mio. Por lo demas el viaje bien aunque hubo un momento que me entró el devastador sueño e incumplir una de mis reglas y fumarme un cigarro en el coche. Bueno y que volví a hacer historia, diez horas y media y parando cuatro veces. María, las cosas de Ayton Gema jajaja.

2 comentarios:

ladolcevita dijo...

Perdoname por el aparcamiento pero decidimos que ahi no pasaba nada. Recuerdas que me dijiste que los puestos no llegaban hasta donde habiamos dejado el coche?
Yo tambien hubiese bajado a cambiarlo sino me deja dormir, soy como tu, cuando me obsesiono con algo asi no paro.
Me alegro que llegases bien y tambien de no haber ido para allá contigo, mi Ayton Gema.
Besucus

Una conformista vital dijo...

Primor, no te preocupes. Yo no me di ni cuenta hasta que no llegue a casa y me asome a la ventana. Una noche movidita, algo me tenía que buscar para tener que conducir sin dormir mucho, ya sabes...